martes, 6 de abril de 2010

El payaso del circo

De niña, la Misa era una cita infaltable durante cada domingo. Pero el ritual contemplaba además acercarnos para saludar al Cura, después de la Bendición final.
En realidad a mi me divertía un poco eso, porque el padre Rafael de la Iglesia de mi barrio solía hacerme bromas, y yo siempre me quedaba imaginando lo que me podría llegar a decir durante la Misa.
Pero el día que, por una vez, me cambiaron el escenario por el de la Iglesia "de la Merced" de la ciudad de Pergamino, el ritual se convirtió en un momento tragicómico.
La leyenda urbana contaba que el padre pedro era carismático, que tenía poderes curativos, que mucha gente lo consultaba por enfermedades, y que él... les imponía sus manos. Y ahí estaba yo aquel domingoen la fila para saludarlo, pensando que ese viejito que cantaba fuerte durante la misa y que gritaba con aires de superioridad mundana pero que pretendía parecerse a Dios, me iba a recibir con una broma como lo hacía Rafael.
Pero la escena era otra. El buen señor, había logrado convertir en público a los pocos fieles dominicales que quedaban en la Iglesiay encontró en mí una oportunidad para repetir su show de magia. Y así, con sus manos en mis ojos pronunció unas palabras que venían de la sabiduría de Cristo, alentadas por la profecía (de su imaginación): "Te vas a curar", gritó.
Cada vez que lo recuerdo, me pregunto con qué derecho ese sacerdote se permitía jugar con las ilusiones de una chica de 10 años, pero sobretodo, ¿qué necesidad tenía de exponer mi ceguera ante tantos compradores de ilusiones, cuando yo sólo pretendía pasar por una situación tan cotidiana como lo era "salir de misa".
como escribí alguna vez, la vida te lleva a recordar con risa esas anécdotas, que con  el transcurrir del tiempo y las situaciones que uno tiene que afrontar, ¡son pequeños episodios!.
 
 
 

lunes, 29 de marzo de 2010

los giros del gim

El día que el gimnasio dejó de ser un lugar para distenderse y ejercitar, no puedo precisarlo con exactitud. Pero en estos últimos años subió el estrés, la adrenalina, se intensificó el deseo de perfeccionar el cuerpo en menor tiempo y el gim ofreció alternativas a la demanda.
En mi adolescencia, ibas al club, saludabas a la profesora, hacías aeróbic, abdominales, bíceps con mancuernas y la infaltable relajación de los últimos minutos. La posmodernidad aceleró los tiempos,multiplicó las demandas de la vida en general y agilizó en un 100% la posibilidad de responderlas, esperando aún más desafíosEl gim se adaptó con éxito. Se hizo más dinámico, más intenso, aumentó la presencia masculina, el volumen de la música, propuso pedalear cada vez más fuerte y aparecieron nuevas formas de tonificar más rápido. Redujo el estiramiento final de 10 a 2 minutos y prometió un cuerpo más tonificado en tiempo record.
El viernes pasado la profesora de aeróbic me sugirió sutilmente que no vaya  más a sus clases. "Que yo entendía cómo eran los ejercicios... que los hacía bien... pero que no podía responder tan eficientemente a la demanda de los giros y desplazamientos, porque las clases deben ser dinámicas, no tienen que perder el nivel, el resto de las chicas no puede aburrirse"...
De sólo escucharlo, sentí más estrés que si habría hecho tríceps con una barra de 5 kilos. Recordé la onda de mi primera profesora del club, y del resto de los profes que enseñaron en todos los gimnasios por los que pasé y con quienes hice step, abdominales y me adapté perfectamente. A todos ellos, gracias!.

viernes, 26 de marzo de 2010

Silencio

Bajo los escalones del patio a la salida del edificio, aprieto mi cartera, y me dirijo hacia la oficina de control de la legalidad. Mientras, escucho un grupo de señores cotorreando.
En realidad a quienes siempre se nos atribuye esa condición es a las mujeres, pero qué más da, los hombres hablan mucho y, en ocasiones, pueden ser mucho más curiosos y detallistas que nosotras, pero sin perder el sentido de camaradería .
Pero el punto era mi paso por ahí, interrumpiendo la charla varonil, que quedó en silencio en una mañana soleada y hermosa. Desconozco los motivos de la distracción. Yo la registré y seguí caminando como si nada ocurriera, ellos registraron mi paso por el lugar y siguieron hablando.
 

miércoles, 17 de febrero de 2010

Permitido preguntar

La pregunta sobre "qué te pasa en los ojos", resultaba algo incómoda para muchos niños ciegos. Cuando estaba por suceder, inmediatamente nos invadía un dolor de panza. No se si eso ahora sigue pasando, pero lo cierto es que para muchas personas de mi edad, en nuestra infancia era una sensación compartida. Y lo peor era que, cuando te decidías a contar, siempre aparecía un adulto haciendo callar al niño que había tenido la "brillante" idea de preguntar.

Cuando llegamos al Polideportivo del barrio Garetto con Mariana (fotógrafa) nos esperaban chicos de todas las edades jugando en la pileta. Fuimos a hacerle una nota a Antón: que es profesor de la Colonia, y es el hijo de un empleado de la Planta donde trabajo.

En uno de los días más calurosos del verano, la pileta era para chicos tan carentes de recursos y afectos, un remanso ideal y en ese marco, los equipos de foto de Mariana resultaban, sin proponérselo, una cruel ostentación.

Las primeras imágenes que retrataron a Antón sólo y con el profe, fueron muy difíciles de lograr porque los chihcos hacían burlas y gestos obscenos. Enseguida Mariana los invitó a participar y, cuando se integraron y se abrazaron para la foto, la situación cambió completamente.

La curiosidad de los chicos por las cámaras era tan fuerte como la que sintieron por mi bastón. Cuando caminamos unos pasos desde la pileta  hacia la cancha de fútbol, nos siguieron. Y sin bacilar, preguntaron: ¿¿Por qué cerrás los ojos?

Desprovistos de miedos, prejuicios, sin un padre que en muchos casos los cuide como ellos necesitan y sin un adulto que los haga callar, a mi me parece que ellos hicieron lo correcto.

Entonces dejé por unos segundos la cámara que Mariana me había pedido cuidar sigilosamente, y les mostré como se usaba el bastón.

Si a todos los niños les hubieran permitido preguntar, ¡nos hubiéramos ahorrado siglos de dolores de panza!.

 

 

domingo, 14 de febrero de 2010

Todo por una picada

Fueron las tarteletas de atún, las que me llevaron a la fiambrería. El portazo de un hombre desesperado distrajo a las dos vendedoras. Sus ojos irritados, vaya uno a saber si por accidente momentáneo o por una conjuntivitis, fueron centro indiscutido de todas las miradas, y lo cierto es que por esos largos segundos no pude seguir comprando. Y el señor se quejaba y decía "me quedo ciego", ¡lo único que me falta es salir a la calle con un bastón"!.

Sutilmente di algunos golpecitos con el mío, con la misma complicidad de quien puede codear a un compañero de banco para indicarle que se calle, que vino la maestra. El señor se quejaba cada vez mas fuerte y con cierto sarcasmo, ante la desesperación de las vendedoras que parecían darle más sentido al relato. Entonces le alcancé mi bastón, y le propuse que

se fuera a dar una vuelta, mientras yo me quedaba llorando en la fiambrería.

Lo que siguió fue un largo silencio... y por suerte pude llevarme la mayonesa, el queso blanco, y el resto de los ingredientes que necesitaba para preparar la deliciosa picada.

 

¿De qué se trata?

De las historias que pasaron y que vendrán, y de aquellas que también algún lector tenga ganas de contar.

Es la vida la que nos hace escribirla, y registrarla, y la escritura la que nos impulsa a veces a vivir más intensamente.

Ale, ¡gracias por volver a entusiasmarme!