El día que el gimnasio dejó de ser un lugar para distenderse y ejercitar, no puedo precisarlo con exactitud. Pero en estos últimos años subió el estrés, la adrenalina, se intensificó el deseo de perfeccionar el cuerpo en menor tiempo y el gim ofreció alternativas a la demanda.
En mi adolescencia, ibas al club, saludabas a la profesora, hacías aeróbic, abdominales, bíceps con mancuernas y la infaltable relajación de los últimos minutos. La posmodernidad aceleró los tiempos,multiplicó las demandas de la vida en general y agilizó en un 100% la posibilidad de responderlas, esperando aún más desafíos. El gim se adaptó con éxito. Se hizo más dinámico, más intenso, aumentó la presencia masculina, el volumen de la música, propuso pedalear cada vez más fuerte y aparecieron nuevas formas de tonificar más rápido. Redujo el estiramiento final de 10 a 2 minutos y prometió un cuerpo más tonificado en tiempo record.
El viernes pasado la profesora de aeróbic me sugirió sutilmente que no vaya más a sus clases. "Que yo entendía cómo eran los ejercicios... que los hacía bien... pero que no podía responder tan eficientemente a la demanda de los giros y desplazamientos, porque las clases deben ser dinámicas, no tienen que perder el nivel, el resto de las chicas no puede aburrirse"...
De sólo escucharlo, sentí más estrés que si habría hecho tríceps con una barra de 5 kilos. Recordé la onda de mi primera profesora del club, y del resto de los profes que enseñaron en todos los gimnasios por los que pasé y con quienes hice step, abdominales y me adapté perfectamente. A todos ellos, gracias!.